Un eco en las tinieblas by Francine Rivers

Un eco en las tinieblas by Francine Rivers

autor:Francine Rivers [Rivers, Francine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: FICTION / Christian / Historical
editor: Tyndale House Publishers
publicado: 2018-02-20T00:00:00+00:00


El moldeado

20

Julia se sirvió otra copa de vino. Todo estaba muy silencioso en la villa. Estaba tan sola, que aun extrañaba el humor cáustico y los chismes crueles de Primus. Por lo menos, él había servido para distraerla de otros pensamientos perturbadores sobre su vida y su destino inminente.

Ya nadie venía a verla. Estaba enferma, y los que sabían la evitaban por eso. Lo entendía perfectamente bien. La enfermedad era deprimente. Era tediosa y aburrida. Solo los que la padecían querían hablar del tema. Recordó a varias amigas que se habían enfermado. Ella las había evitado, de la misma manera como los demás la evitaban a ella ahora. No había querido escuchar la crónica de dolores y síntomas. No había querido enfrentar el hecho de que era mortal. La vida era demasiado corta para desperdiciarla en la tragedia de otro.

Ahora, ella estaba en su propia tragedia.

Julia se llevó la copa a los labios y bebió. Deseaba poder emborracharse tanto como para no poder pensar en el futuro ni sentir el presente. Se dejaría llevar por un mar de tranquilidad embotada en vino. Sin dolor. Sin miedo. Un tiempo sin remordimientos.

Alguna vez había cenado con loto. Ahora, tenía que beber posca. De todas maneras, con suficiente vino barato no sentiría nada en absoluto.

A nadie le importaba. ¿Por qué deberían hacerlo? A ella no le importaban. Nunca le habían importado. Ni uno solo de ellos. Solo había fingido disfrutar.

Julia lanzó una risa crispada que resonó en la recámara. Luego, volvió a quedar en silencio y miró con malhumor su copa, deseando poder ahogarse en el vino de color rojizo.

Se sentía vacía por dentro. Quizás los estragos de su enfermedad estaban carcomiendo partes de ella que alguna vez habían existido, partes invisibles pero imprescindibles. La vida era una broma cruel. Había tenido todo lo que necesitaba para ser feliz: dinero, posición, belleza, total libertad para hacer lo que quisiera. ¿Acaso no había tomado el control de sus poco afortunadas circunstancias y las había superado por su propia voluntad?

Entonces, ¿por qué la vida era tan insoportable ahora? ¿Qué había hecho mal?

Cuando levantó la copa, su mano tembló y tragó el vino amargo, tratando de tragarse los sentimientos que surgían en ella. Sentía como si estuviera asfixiándose.

Hoy no pensaría en nada desagradable. Pensaría en las cosas que la habían hecho feliz.

¿Qué la había hecho feliz?

Recordó cómo siempre corría hacia su hermano, Marcus, cuando él llegaba a casa en la villa de Roma. Él la molestaba, la consentía y la adoraba. Conteniendo las lágrimas, se obligó a recordar que él no había cumplido su promesa de amarla sin importar lo que ella hiciera. Se recordó a sí misma que él le dio la espalda cuando ella más lo necesitaba.

Sacando a Marcus de sus pensamientos, empezó a repasar las relaciones del pasado: su padre y su madre, Claudio, Cayo, Atretes, Primus, Calabá. Cada nombre provocaba remordimientos e ira, resentimiento y autocompasión... todos seguidos por la autodefensa y justificación. Ninguno tenía derecho a decirle cómo vivir. ¡Ninguno! Pero eso es lo que todos habían tratado de hacer siempre.



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